19/52: Trump y China; China y Trump

Leer sobre China y Estados Unidos es similar a ver un partido de tenis, similar al de Los Simpsons cuando los encargados de recoger las pelotas se chocan una y otra vez. Europa queda, como siempre, en la mitad del riachuelo por mucho que Borrell intente surfear las olas para evitar enemistarse con unos o con otros. Y mira que en estos últimos días ha tenido que lidiar con la presión de China para que se modificaran algunos párrafos de informes sobre el coronavirus.

Mientras que el mundo entero, OMS a la cabeza, empieza a tener una idea más clara del origen del Covid-19, esto es, del muy posible origen animal del mismo, la Casa Blanca sigue insistiendo que fue creado en un laboratorio de China. Tanto Donald Trump como Mike Pompeo, Presidente y Secretario, respectivamente, del país americano, han insistido en ello durante esta semana por activa, por pasiva y hasta por voz media.

Como contraste aparece Anthony Fauci, principal responsable científico en esta mal llamada guerra, quien afirma que no existen pruebas que puedan demostrar la creación del virus en un laboratorio chino. Claro que esto no le ha sentado bien al presidente del Ejecutivo y su cabeza laboral pende de un hilo.

Ya me imagino yo la conversación entre ambos:

– Oye, señor presidente, que no podemos decir que el virus se haya creado a propósito. No hay pruebas.
– No hay pruebas de que haya pruebas de que hayan eliminado las pruebas, señor Fauci. ¡Fuera de mi vista!

La ironía reside en que, a la vez que Trump saca a relucir su bilis en cada comparecencia celebrando a la vez los goles del Real Madrid y del Barcelona (entiéndase confinamiento y desconfinamiento, respectivamente), llega a acuerdos con el Ministerio de Comercio de China para llegar, valga la redundancia, a un acuerdo comercial.

Acuerdo comercial que mañana estará firmado: la bolsa en verde; y pasado mañana negado: la bolsa en rojo.

Ya me imagino yo a Liu He, viceprimer ministro de China y a Robert Lighthizer, representante de Comercio de EEUU conversando entre ellos por teléfono:

– Oye, señor Lui He, que no haga caso a lo que dicen Trump y Pompeo. Vienen las elecciones y ya sabe. No se enfade y empiece a comprar productos americanos, que yo ya le bajo los aranceles a lo que nos exporte. No, hombre, claro que no me estoy riendo de usted. Es solo un tic. Sí, claro, la OMS es toda vuestra. No, nuestro fútbol ni tocarlo. El béisbol, quizá. ¿Cuánto dice?

Un último párrafo

La Unión Europea ha vuelto a tener una semana muy interesante. Por un lado, según el Tribunal Constitucional de Alemania las compras masivas de deuda del BCE no terminan de concordar con las competencias que ése último tiene otorgadas según los decretos europeos, lo que podría poner en riesgo las futuras compras de deuda a causa del coronavirus; por otro lado, se ha aprobado el nuevo MEDE, por el que los países europeos podrán pedir rescates, palabra que todos se empeñan en no usar, de hasta un 2% de su PIB para destinarlo a los problemas sanitarios. Préstamos baratos y sin troika de por medio, dicen. Claro, claro.

Sería como una conversación con Brian:

– Necesito un rescate, señores de la UE.
– Nosotros ya no damos rescates, señores de los países miembros; ahora, es un préstamo sin condiciones más allá de las sanitarias dedicado a favorecer el crecimiento económico y social debido al malestar provocado por el coronavirus.
– Vale, quiero uno.
– ¡Pero que no es un rescate!

 

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